(a pedido del diario El Pueblo de Villaguay para el suplemento rural de Agosto de 2013)
Que el ruralismo representa poco
electorado, puede ser una verdad; pero lo que también es una gran verdad es que
este sector es un engranaje fundamental en la economía nacional.
Es anti progresista no incentivar
la producción de alimentos cuando se lo puede traducir en abaratar la mesa de
los argentinos y a la vez generando mas
empleo directo e indirecto, mayor recaudación para una mejor distribución de la
riqueza ayudando a otros sectores mas
postergados, y hasta ingreso de divisas que
el mismo gobierno las está necesitando.
Cualquier gobierno debería estar
orgulloso de poder contar con productores agropecuarios como los argentinos,
que son de los mas eficientes del mundo. Sólo necesitan un par de reglas claras
y al día siguiente se ponen a producir más y mejor.
Además, es un deber moral
producir alimentos en un mundo donde hay hambre. Y nuestro país tiene capacidad
ociosa para duplicar su producción.
Cuando esto se asuma, el destino
del país será de pleno empleo y sin pobreza. Pero mientras, vamos desandando la
era de la mala administración, el derroche y de la concentración de la
producción en cada vez menos manos.
Y en este camino los que la pasan
mal son los productores más chicos, acorralados por los costos siempre
crecientes, una presión impositiva nunca vista y un Estado socio en las
ganancias y no en las pérdidas. Y esto también es anti progresista.
A estos productores mas chicos,
por sus modos humildes, no se los ve
desde las ciudades, ni de los
escritorios de políticos que miran sólo estadísticas en papeles.
Además, en su crítica situación,
han quedado guachos de representación gremial. Ya que su entidad, a nivel
nacional, está maneada en una sociedad de enlace, y su representante hace
tiempo que confundió gremialismo con fuerza de choque, y en lugar de gestionar
soluciones se dedica a insultar a quienes pueden darle la solución.
A estos pequeños productores, los
he visto tener que despedir empleados con dolor, porque para el un empleado es
un compañero de trabajo; los he escuchado decirme, también con dolor, que no
pueden recomendar a sus hijos que sigan su camino.
Estos productores, al ser
expulsados del sistema, están siendo expulsados de su forma de vida y de su
cultura.
Pensar este cambio como un
proceso normal de un cambio de época o del progreso, es un grave error. A este
pequeño productor hay que darle soluciones urgentes con políticas segmentadas
para detener la concentración de la producción y el éxodo de la gente del campo
a las ciudades.